viernes, 22 de octubre de 2010

8º Espístola - La esperanza del verbo.

Santiago:

Sabemos muy bien los dos (los dos, no los medios, que quede clarito) que la escritura es patrimonio del anonimato y de todo “lapiz-papel-mano-conocimiento de las convenciones necesarias” existente, ni mío ni tuyo. Así puede ser daga para el homicidio, también puede ser daga para el suicidio. La escritura no anda con preferencias, la escritura en tanto cosa “para lo que dé”, está dándonos una oportunidad única: poder acabar con este dilema de "una sola voz en dos espacios diferentes, que ejerce descaradamente instrumentos epistolares, para fracasadamente sanar las anomalías de la voz partida", y así pueda unirse aunque sea un poquito.

¿Dónde esta el origen de la voz bipartita? No creo que en Buenos Aires o en Entre Rios haya habido una explosión que repercutió en alguno de los dos. O sea, yo no tengo el origen del movimiento y vos sos solo una consecuencia de este tremendo embrollo. Pongamos que es onda circulo esto, o para no irnos de la vulgata, esto es “onda ropa en un cuarto, tirada desde hace meses, abandonada al desorden y a la desclasificación”.Por eso, nada de echarnos culpas, ya esta todo terriblemente caótico, es tiempo de resoluciones y no de búsquedas de móviles y victimas.

Yo reconozco que en arranques de desquicie urbano incurro en la necesidad de individualismos y autonomías casi –casi- imposibles.

Y digo casi porque ésta es la oportunidad de poner a la escritura como modo de destrucción de tragedias: cada uno tomará el alfabeto y en combinaciones disparatadamente azarosas nos buscaremos las personalidades únicas singulares irrepetibles y sobre todo con números enteros (ya las fracciones nos deben dar terror, mas allá de que no todas las fracciones plantean medios). Con una aclaración a todo esto: nadie deberá pasar formulas y estados de situación al otro porque eso otorgará huellas que el otro querrá imitar por nostalgias pasadas –viste como somos todos cuando el desarraigo nos mueve la tectónica de placas.

Los caminos ahí se bifurcarán, las enterezas se volverán más recurrentes, desaparecerán las rememoraciones frente a la taza, en el banco de plaza hasta sobrará espacio. Tantas cosas, Santiago, tantas cosas.

Estoy convencido de que estamos a punto de iniciar un fin de ciclo, con la escritura de “nuestro” lado, salvándonos la carencia, y la desesperación. Porque, decime la verdad ¿no te despertás por las mañanas y sentís que los puentes y las rutas y Zárate y Retiro y oficinas y pueblos que nos separan duelen y hacen de contractura y pensamiento vago?

Vamos, podemos, Santiago. Estoy convencido. Se vienen nuevos tiempos.


Santiago.

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