martes, 24 de agosto de 2010

2ºepístola-Los joya

Querido otro en libertad:

Vas pasando por el día, con el progresivo grado de rencor que te voy teniendo. No es tu silencio, sino lo que estás diciendo y yo no escucho y seguro es feliz y sonriente: como luz del día feriado al lado de un fin de semana, pasando por la ventana libre de la obligación de mirar para deber ser algo: oficinista, hombre o ciudadano de la rutina. Estás en el silencio que dicen pero en distancias que pasan por puentes y ríos que se chupan tu decir, y mi reclamo hacia vos. Agradezco a la escritura el poder reterme aunque sea así "del modo en que me ves en el papel", para echarte en cara tu huida de esto. Huiste del lunes (ayer), cuando estas tres harpías de la clase media que escucha Ricardo Montaner y se enamora de los hombres en Cinemark, se dedicó a mirar bijouterie barata cerca mío. Abriendo un cofre, y sacando diges, piedritas de colores intensos, aretes extravagantes. Toda esa "fantasía" que me irritaba, porque yo estoy hecho para estar en tu lugar, en ese campo, y no bancándome los opios de las mujeres de ciudad, que necesitan "adornitos de navidad" para tener una fiesta en su cuerpo, para festejarse un poco la desdicha.
El sueldito, el tiempo al pedo para probarse como 40 aros y calcular cómo los colores combinados llenan "vacíos"

Ahora viene esta tal palabra: vacío. Y me detengo como suspirando, y contemplo la idea de campo, litoral, o pampa, de lugares abiertos, de frescuras que olvidaron mis pulmones.
¿Dónde se nombra más la palabra vacío: en las oficinas o en los campos solitarios?

Pregunta que obviamente, vos me ayudarás a contestar. Por algo sos mi otra parte: pasarnos los pelotazos de la certeza.

Un abrazo enorme,

S.

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