miércoles, 11 de agosto de 2010

1º epístola - Lo condenativo

Queridísimo otro:

Por empezar no puedo evitar decirte que me dejaste tirado. Por empezar, una silla incomodísima con olor a varios culos (no sé si el olor era lo que alcanzaba a detectar, pero sí la idea del uso agotado de la cosa) Sé que no es tu culpa: en ese caso, estaría stisfecho por la "usada" de nuestro único culo.
Bueno, eso por un lado. Luego, esas tres harpías tremendas que comparten conmigo el techo oficinista: son tan hembraje, que en colectivo pueden darme lecciones empíricas de mundo en decadencia. Que Brad Pitt, que la cartera, que el pelo que salió de más en el cálculo de pelaje... y no sé que otro conjunto de rosedades.
Ese panorama me dejó caída la supervivencia. Yo no creía poder aguantarme semejante choripan crudo.
Sin embargo, algo me permite mantener el cuerpo con las mismas células -creo- con la misma sexualidad -¿creo?-, con toda esa creencia en que va a estar bien todo -¡¡creo!!:¿qué puede ser?
Vos conocés del espacio por el que te estás moviendo, has frecuentado a las pitonisas para que puedan abrirte las subcapas que cubre este edificio de pasillos curvados.
Te pido que, en tu respuestas, le pongas chimichurri a la cosa que me sienta a duda.

Un pedazo de tristeza para vos (es lo único abundante que por ahora puedo darte, de lo otro no me sobra)

S.

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