miércoles, 11 de mayo de 2011



Estimado muñequito de ayer:

Sabés que la traición de la memoria se debe a selecciones que, de algún modo, justifican mi intención de vivir como si estuviese en un relato. Y el otro día andaba sentado en el patio de lo de mi tía, haciendo encajar el vuelo de una libélula con la paz de la tarde, y como siempre la combinación fue parfecta y coincidente con la sucesión del relato.

Pero vos, muñequito de ayer, apenas tengo que recordar que exististe ayer para poder hacerte encajar en la continuidad de la historia construida. Apenas eso. Ni tu risa, ni tu modo de doblar esquinas, ni el amor por la flora o la fauna. Nada de eso. Solo saber que has tenido un breve pero consistente paso por la metáfora del tiempo y el espacio. Lo demás será triturado y echado a las fieras que todo hacen desaparecer.

Es un modo redentor para convencerme de que me levanto por las mañanas y que hay un ciclo de sueños y de realidades. Y que un muñequito de ayer fue el protagonista de intervalo anterior del calendario. Un ternura me sobreviene, saber que existió algo así como vos, que apenas recuerdo, y que olvido mismo de la infinidad de características y detalles a lo mejor hermosos y divinos me incentiva a especular con vos.

Y en esa especulación, en esa pregunta por lo acabado, tengo la justificación de armar las cosas mas extrañas y endosártelas , muñequito de ayer, como queriendo pensar que vos me las enseñaste.

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